Estilo olivar

Juan José Almagro

Duelo a garrotazos

Pienso en Goya y en su magnífico óleo, “Duelo a garrotazos”, y a mi juicio, es una sin par alegoría de lo que está ocurriendo en España

Dicen los papeles que Paolo Gentiloni, comisario europeo de Economía, ha manifestado en estos días que “España está en mejor forma que el resto de la Unión Europea.” Moody’s, la famosa agencia de calificación, ha subido el ‘rating’ de España a positivo y, al parecer, todos los que saben de esto han escrito que en 2024 este país crecerá más que el resto de países vecinos, en torno a dos puntos porcentuales del PIB. Y, además, todas estas noticias, en apariencia tan positivas, lo son en un año con presupuestos prorrogados y elecciones sin fin; todos los meses una consulta de aquí al verano. Con la que está cayendo leer todas estas cosas me disturba, me preocupa (Europa también) y a la par me reafirma en esa creencia que tantas veces he repetido desde que Borges la escribiera en el prólogo de un excelente cuento, ‘El informe de Brodie’: “Creo que con el tiempo mereceremos que no haya gobiernos”, decía don Jorge Luis. Seguramente con mucha razón.

Creo que nuestros políticos (salvo excepciones en la cosa pública en pueblos y ciudades), además de la vergüenza y la educación, han perdido el sentido común, el nunca bien apreciado sentido de la realidad. Olvidan, como decía Burke, que todos los argumentos políticos deben empezar, desde el respeto, con una valoración de nuestra relación no solo con los sueños de un futuro mejor, sino con los logros del pasado: los nuestros y los de los que nos precedieron. La sociedad, escribió, “es una comunidad no solo de vivos, sino también de los que forman parte de ella, los muertos y los que todavía no han nacido.”

Antonio Muñoz Molina publicó en El País, el sábado 16 de marzo, un excelente artículo titulado “La cara de vergüenza”, y escribe: “Empecé a ver con mi mejor voluntad la ´sesión de control´ y al cabo de un rato no pude seguir resistiendo el espectáculo…” Tras criticar el sarcasmo desabrido del presidente del Gobierno, y la frivolidad con que el Partido Socialista y toda la izquierda se enfangan en el sumidero pútrido de lo que antes se llamaba Twitter, el escritor y académico dice espantarse, como ciudadano, de que el otro partido en el que debería sustentarse la estabilidad de la democracia española haya elegido tan resueltamente propagar mentiras comprobables y sabotear la credibilidad de las instituciones por la pura impaciencia de derribar cuantos antes al Gobierno. Y finaliza la excelente reflexión diciendo: “Estaría bien que al entrar en el hemiciclo alguien les confiscara a todos ellos sus arsenales de palabras. Y que en algún momento se les cayera la cara de vergüenza.”

Todos los medios serios, y las personas que creemos en los valores ciudadanos, criticamos cada día y hasta el extremo el bochornoso espectáculo que nuestros representantes políticos ofrecen en los plenos de las Cámaras, en las reuniones de las comisiones o en las reuniones de los Parlamentos regionales, en las manifestaciones públicas de los portavoces que son los autorizados en nombre de los grupos políticos para hablar, no para rebuznar, insultar, injuriar, calumniar, que son las monedas comunes y corrientes que se utilizan en nuestros foros políticos.

Pienso en Goya y en su magnífico óleo, “Duelo a garrotazos”, que puede contemplarse en El Prado y que, a mi juicio, es una sin par alegoría de lo que está ocurriendo hoy en España. Dicen los que saben que en el cuadro de Goya hay cuatro protagonistas dispuestos en la hermosa armonía del lienzo: los villanos, desplazados a la izquierda, están zurrándose armados de garrotes; a la derecha, el monte; y en el centro el atardecer y el cielo nuboso que nos transmiten a la perfección el ambiente brutal y agobiante de la escena. Los que se pelean están ahí, en mitad del campo, arropados por un cielo nuboso y un sol que se esconde anticipándose a la tragedia de la escena. Goya lo pintó hace más de doscientos años pero cualquier espectador que se lo proponga puede ver en los villanos de este hermoso lienzo las caras de todos los Sánchez y Feijóo del 2024. No hay felicidad en sus rostros, porque, como nos enseñó Séneca, solo “se puede llamar feliz a quien gracias a la razón, no tema ni desea.” Y, además, tiene vergüenza.