Régimen Abierto

Antonio Avendaño

Putas y puteros, corruptos y corruptores

La corrupción de los partidos escandaliza, y con razón, a todo el mundo (a unos más que a otros), mientras la corrupción empresarial tiene patente de corso

La corrupción se parece a la prostitución en el acusado sesgo social a la hora de atribuir culpas y castigos a las personas e instituciones que protagonizan o hacen posible una y otra lacra. La sociedad culpa y estigmatiza a las putas, pero solo a ellas, no a los puteros, a quienes acostumbra a dejar fuera de la ecuación moral con que evalúa la prostitución. Igualmente, la sociedad culpa y estigmatiza a los políticos corruptos, pero solo a ellos, no a las empresas corruptoras que los sobornan con dinero o regalos para conseguir contratos de forma ilícita.

Nadie ha superado la manera en que Sor Juana Inés de la Cruz denunció en el hoy remoto siglo XVII el escandaloso desequilibrio que se daba entonces, y se sigue dando ahora, en la atribución de culpas, estigmas y sambenitos a hombres y mujeres involucrados en el negocio carnal. En su célebre poema que comienza con los versos ‘Hombres necios que acusáis/ a la mujer sin razón/ sin ver que sois ocasión/ de lo mismo que culpáis’, la gran escritora mexicana (o novoespañola, por haber nacido en lo que entonces se conocía como Nueva España) planteaba certeramente la pregunta que casi cuatro siglos después sigue sin respuesta: “¿O cuál es más de culpar,/ aunque cualquier mal haga,/ el que peca por la paga/ o la que paga por pecar?”.



Para la sociedad de entonces, y de ahora, la que peca por la paga era la más de culpar. Trayendo el caso a lo que ahora nos importa, para la sociedad de hoy, el político corrupto, que es quien peca por la paga, es el más de culpar, mientras que la responsabilidad moral de las constructoras que pagan por pecar acaba diluyéndose hasta quedar reducida a vagas recriminaciones genéricas, al tiempo que su responsabilidad penal suele quedar acotada, en el mejor de los casos, a leves condenas de las que la empresa pagadora suele salir indemne, ya sea por la dificultad de probar su implicación en el cohecho, ya sea porque, una vez probado, quien se come el marrón es el ejecutivo que se encargaba de hacer el trabajo sucio encomendado por sus jefes, quienes siempre hallan la manera de asistir debidamente a la familia del condenado en pago a la mucha discreción de este durante el proceso.

No se trata, con esta exposición, de sostener la tesis algo burda de que los dueños de las grandes empresas son gente particularmente desalmada. Seguramente no lo son más que el común de los mortales: lo que ocurre es que su oficio es ganar dinero y, por definición, el dinero es codicioso. No suele ser la codicia la que mueve a los hombres a acaparar mucho dinero, sino que es el mucho dinero lo que inocula en ellos el insaciable virus de la codicia.

El estallido y desenvolvimiento informativo y procesal del caso Koldo-Ábalos-Cerdán evidencian, ya en su propia denominación periodística, ese desequilibrio en el trato social dado a corruptos y corruptores. Siempre hablamos del caso Cerdán, nunca del caso Acciona, pese a haber sido esta sociedad la principal beneficiaria de la trama: las investigaciones policiales han concluido que de las trece adjudicaciones de obra pública bajo sospecha por un montante de 637 millones de euros, el grueso de ellas fue asignado a Acciona, que acaparó contratos por un valor de 545 millones.

El muy diferente comportamiento de la cotización política en el caso del Partido Socialista y bursátil en el caso de Acciona ejemplifica de manera descarnada hasta qué punto corruptos y corruptores son evaluados con varas de medir no ya distintas sino incluso contrapuestas. Vayamos a los datos: desde el estallido del caso Cerdán la cotización de Acciona ha experimentado una subida superior al 10%; de hecho, el precio de la acción de la compañía que preside José Manuel Entrecanales Domecq pasó de niveles cercanos a los 135-137 euros a finales de mayo y principios de junio, hasta superar los 150 euros a finales de junio y principios de julio. El último dato, de este jueves 10 de julio, sitúa el precio de la acción en 154,10 euros. En materia de corrupción, como en materia de prostitución, el que paga por pecar no es objeto de estigma social alguno.

Vayamos ahora al que peca por la paga. Aunque por ahora no hay indicios de financiación ilegal del PSOE a través de las mordidas arrancadas a Acciona por el trío corrupto, el marrón reputacional se lo está comiendo el partido del que José Luis Ábalos y Santos Cerdán fueron secretarios de Organización consecutivos por decisión del secretario general Pedro Sánchez. En menos de un mes, tras la imputación y posterior ingreso en prisión de Cerdán, según el promedio de diferentes encuestas el PSOE ha perdido entre 2,5 y 2,8 puntos en estimación de voto, situándose en la horquilla de 27%-29%, sin duda su peor dato desde las elecciones legislativas de hace justamente dos años. La brecha con el PP se ha ampliado hasta superar los 6 puntos, que es también la mayor ventaja conservadora desde los últimos comicios. Regresamos a Sor Juana Inés: en materia de corrupción, como en materia de prostitución, el que peca por la paga carga sobre sí todos los sambenitos e improperios.

La corrupción de los partidos escandaliza, y con razón, a todo el mundo (aunque a unos más que a otros), mientras que la corrupción empresarial parece tener patente de corso: algo debemos estar haciendo muy mal como ciudadanos cuando lo único que verdaderamente nos escandaliza es el oficio (o la filiación) del pecador y no el pecado mismo.