Extra Confidencial.
En Jaén ya lo hemos visto todo… o casi. Hasta que un día paseas por la calle Bernardo López —esa estrechita, de las que huelen a vecina barriendo el portal a las ocho de la mañana— y descubres algo digno de expediente municipal: una ventana con número de vivienda. Sí, una ventana numerada, como si dentro viviera alguien.
Ahí está, tan orgullosa, luciendo su número uno en metálico junto al marco, como diciendo:
—“Yo también tengo mis papeles en regla, ¿eh?”.

Nadie sabe muy bien cómo ha llegado el número uno al inmueble, pero en esta ciudad, donde los semáforos a veces van a su propio ritmo y las obras duran más que algunas carreras universitarias, tampoco sorprende tanto.
Los vecinos aseguran que la ventana “lleva ahí toda la vida” y que “si la han numerado será por algo”. Algunos apuntan a que puede tratarse de un antiguo acceso tapiado, otros sostienen la teoría de que el Ayuntamiento, en un arrebato de exceso de celo administrativo, decidió que toda obertura digna de tal nombre merece su número.
Sea como fuere, lo cierto es que Jaén ha logrado humanizar hasta su arquitectura: ya no hablamos de casas con ventanas, sino de ventanas con domicilio. Quién sabe, igual la próxima revisión del padrón nos traiga sorpresas: “Vecina empadronada: Ventana López, nº 1, 2º derecha. Estado civil: cerrada. Profesión: miradora”.