Tribuna

Juan José Gordillo

Obituario | Pablo Guerrero, por aquello del folk

Óbito de Pablo Guerrero escrito por Juan José Gordillo

Esta mañana, he esperado hasta esta mañana, por ver si todo había sido un error, una noticia falsa de las que abundan, pero no, Pablo Guerrero murió ayer, el último día de este septiembre de todos los septiembres, con su final de verano, su hola y adiós, su genocidio, su Amalia Bautista y Vega emocionada y esta feria de más cabezudos que gigantes. Ha muerto el mejor de todos, porque no es preciso llenar estadios ni vender millones de lp’s, ni coleccionar megabytes de likes y sus poquitos hates, faltaría, ni aparecer en los festivales de música industrial a toda pastilla, ni siquiera aparecer en una tribuna de los expertos musicales de los grandes diarios a sueldo de los grandes diarios, no, no es preciso nada de eso. Se ha ido en silencio como fueron sus últimos sueños y eso me jode mucho. Me hubiera gustado tener alguna noticia suya, alguna referencia de alguien que lo hubiera visto paseando por Madrid, cabizbajo seguramente, enganchado a un cigarrillo encendido, pensando seguramente en que sus alas ya volaron lo que debieron volar, un paseo premonitorio de la despedida.

Hay novelas, películas, viajes, romerías, yo qué sé, que marcan la vida de alguien, que explican, de algún modo, una vida. Pablo Guerrero fue el guardián, como su nombre indica, de muchas de nuestras conquistas, de muchos de nuestros deseos y aspiraciones de alcanzar la victoria sobre la rutina y el atraso, Yo podría explicar mi juventud y mi primera madurez (perdón por la petulancia) en base a sus canciones de amor, de esperanza, de ecos de sociedad, de la tierra que uno reivindica, de la exigencia de ser libres. Recuerdo como escuchábamos los amigos aquel discazo suyo cantando en directo en el Olimpia con cuerdas que tejían una telaraña a su voz, espléndidas y bellas como un cuadro de Hopper o un cielo de Patinir, esos cuadros en los que la belleza surge del diálogo con quien los mira. Poníamos al atardecer el disco en el tocadiscos y lo cantábamos sentados en corro, en cojines, sin perdernos un solo verso ni un solo grito cuando gritaba hoy que te amo, o advertía que ellos seguirán dormidos en su cuentas corrientes de seguridad, ¿les suena ?, que son tan duras las horas y tan largas las esperas, que los Pepe Rodríguez eran tópico y verdad y que la asunción de la música más popular se puede hacer desde una canción de trilla pero también desde la influencia de Bod Dylan que en no pocas canciones de su repertorio es palpable. Al anochecer salíamos de aquel ático de mi juventud sintiéndonos mejores, confiados en que seríamos pronto los protagonistas del cambio que la lluvia a cántaros anunciaba.



Luego lo pudimos conocer en persona. He escrito en algún sitio que yo tuve la suerte de presentarlo cuando debí decir que tuve el honor de presentarlo en el Idel Cinema. Era Aznaitin quien convocó al concierto. Antes o después pudimos pasear con él y con Nacho Sáenz de Tejada, el de las telarañas bien cordadas, por Úbeda, y echar un rato en El Tera y verlo salir en su coche camino de Madrid. No volví a escucharlo más en directo, mas su voz y sus canciones están asociadas a algunos de los mejores momentos, viajes con cassette, ratos entre amigos, de mi vida. Sus músicas y sus canciones, algunas verdaderos poemas con destrezas líricas al alcance de muy pocos, seguirán ahí, para convocarnos nuevamente al prodigioso ejercicio de libertad, que es el amor, y al afán escrito en sus versos imperecederos: hay que doler de la vida hasta creer que tiene que llover, tiene que llover, tiene que llover.

Juan José Gordillo