Estilo olivar

Juan José Almagro

Tiempos de posdemocracia

Propongo que repasemos las circunstancias que rodean la situación que estamos viviendo en el universo mundo

Os propongo que repasemos las circunstancias que rodean la situación que estamos viviendo en el universo mundo (también en España) y profundicemos en lo que ahora se llama contexto. Para ello, nada mejor que recordar lo que dijeron algunos hombres sabios. Por ejemplo, el filósofo neoyorquino Richard Rorty escribió en 1999 que “tenemos ahora una clase superior global que toma todas las grandes decisiones económicas y los hace con total independencia de los Parlamentos y, con mayor motivo, de la voluntad de los votantes de cualquier país dado”. Una afirmación que, sólo unos años más tarde, hizo suya también el sociólogo polaco y premio Príncipe de Asturias Zygmun Bauman cuando dejó escrito, desesperanzado, que “el poder no lo controlan los políticos y que la política carece de poder para cambiar nada”.

Se han cumplido 25 años de la publicación de “Coping with Post-Democracy”, el trabajo que, en el año 2000, nos regaló el profesor inglés de sociología y ciencia política Colín Crouch, actualmente profesor emérito de la Universidad de Warwick y miembro del prestigioso Instituto Max Planck. Crouch acuñó en esa obra el término “posdemocracia” refiriéndose a los estados gobernados por sistemas democráticos pero cuya aplicación se ve progresivamente limitada porque una pequeña élite toma las decisiones importantes y coopta las instituciones democráticas. Es decir, lo que  predijeron Bauman, Rorty y algunos más, y lo que Crouch sostuvo en  el libro que Taurus le publicó en español en 2004. La obra está descatalogada pero creo que, en los tiempos que corren, sería interesante reimprimirla ahora que se cumplen las bodas de plata de su primera edición en inglés. Decidme si no se corresponde lo que escribía Crouch hace 25 años con lo que ahora sucede, también en España : “El concepto de posdemocracia nos ayuda a describir aquellas situaciones en las que el aburrimiento, la frustración y la desilusión han logrado arraigar tras un momento democrático, y los poderosos intereses de una minoría cuentan mucho más que los del conjunto de las personas corrientes a la hora de hacer que el sistema político las tenga en cuenta; o aquellas otras situaciones en las que las élites políticas han aprendido a sortear y a manipular las demandas populares y las personas deben ser persuadidas para votar mediante campañas publicitarias”. Hace un cuarto de siglo lo que Crouch intuía, y nos desveló, se parecía demasiado al llamado realismo mágico (afortunadamente reconquistado por David Uclés), esa conjunción/combinación de cosas o sucedidos extraordinarios con lo cotidiano. Nunca creímos que pudiera suceder pero hoy, en 2025, perdido el sentido de la realidad, en España también y en las actuales sociedades avanzadas está ocurriendo lo que ni siquiera imaginábamos, y no podemos hablar de situaciones no democráticas, pero parece claro que el péndulo, peligrosamente, ha llegado al otro extremo de la parábola democrática.

La prensa habla en estos días de la nueva estrategia de seguridad nacional de la estrella refulgente y todavía presidente Donald Trump, que aboga por apoyar a las fuerzas ultras para “ayudar a Europa a corregir su trayectoria actual”. Según Trump, vamos en mala dirección y debemos tener cuidado. Y los políticos europeos calladitos, como colegiales ante el maestro que impone duros castigos, hace y dice lo que le da la gana, se rodea de pelotas que le hacen regalos, se ríe del derecho internacional, además de amenazar cada día a los que no están de acuerdo con él y sus políticas; y, en el colmo de la desvergüenza y el principio de la corrupción, indulta a criminales sin escrúpulos y solo piensa en que su familia y algunos amiguetes ganen dinero, mucho dinero, con los negocios que surgen o pueden aparecer en Gaza, Ucrania, Venezuela, en algunos países africanos o vaya usted a saber dónde. Y, para colmo, nos humilla a todos cuando demanda con énfasis y fruición el premio Nobel de la Paz. ¡Anda ya!



Como ha escrito Mariam Martínez-Bascuñán (“El fin del mundo común”), Hannah Arendt nos enseñó que “la verdad y la política no se llevan demasiado bien, y nadie, que yo sepa, ha colocado la verdad entre las virtudes políticas”. Una advertencia inquietante en estos tiempos de bulos, mentiras, y “hechos alternativos”. La relación entre verdad y democracia, siempre inestable, se ha convertido en un problema político de primer orden, pero a nadie parece importarle y a los políticos menos aún.

A la Sociedad Civil le debería importar no elegir (encaramar, dijo Machado) en los puestos directivos a hombres de talento mediano con moral escasa, porque “propio es de hombres de cabezas medianas el embestir contra todo aquello que no les cabe en la cabeza”. Los mayores desafíos para la necesaria salud de la democracia contemporánea no se conseguirán con unas instituciones internacionales periclitadas y con nuestros actuales, acabados e inútiles dirigentes. Es el momento de no resignarse y de que dimitan. Todos.