Régimen Abierto

Antonio Avendaño

Robar, mentir, disimular

¿Qué tienen en común los casos de la diputada Noelia Gómez, el ministro Montoro y el no al decreto antiapagón? Que en todos ellos la protagonista era la mentira

Caso Noelia Núñez

La política es ese oficio en que nunca se puede decir toda la verdad, pero donde conviene tomar la precaución de no decir mentiras que pueda probarse indefectiblemente que lo son. Salvo que seas Donald Trump, en política es importante mentir con prudencia. La ya exdiputada del PP Noelia Núñez lo hizo imprudentemente y ha pagado un alto precio por ello. Al falsificar de forma tan burda su currículum, o bien se creyó más lista de lo que era o bien creyó a los demás más tontos de lo que son, aunque tal vez ambas cosas sean un poco lo mismo.



Sus compañeros de partido la han obligado a dimitir no tanto por mentir como por mentir mal. Otros antes que ella, como el presidente andaluz San Juan Manuel Moreno, falsearon el currículum en su día y no les pasó nada. La pobre Noelia Núñez ha tenido mala suerte: su mentira ha sido descubierta en el momento más inoportuno, un momento en que el PP podía decapitarla sin ponerlo todo perdido de sangre y, además, sacando pecho del exigente listón ético y bla, bla, bla que Feijóo ha impuesto en el partido.

Caso Cristóbal Montoro

De nuevo la naturaleza imita al arte: el caso Montoro parece sacado de una de esas novelas norteamericanas de bufetes de abogados de alto standing conchabados con miembros del Gobierno y del Senado para saquear de un modo u otro al Estado. Los datos básicos del caso son conocidos: la presunta trama de corrupción en el Ministerio de Hacienda y la Agencia Tributaria benefició a empresas gasistas, y parece que no solo gasistas, entre los años 2014 y 2018, previo pago al bufete Equipo Económico, fundado por Cristóbal Montoro. Además del exministro del PP, el auto del juez instructor imputa a otras 27 personas como parte de un entramado "cuyo fin último sería la obtención de un lucro económico", a través de las reformas fiscales favorables o las mordidas presuntamente cobradas. Los corruptos que militan en la división de plata, como los socialistas Ábalos y Cerdán, meten la mano en la caja; los corruptos de primera división, como Montoro y compañía, crean una caja aparte de la que solo ellos tienen la llave.

Una de las habilidades de esta clase de ladrones de guante inmaculado es que a primera vista nadie diría que lo son. Es conocida su pericia semántica para asignar a sus operaciones delictivas nombres respetables, como ‘optimización del esfuerzo fiscal’, ‘externalización de beneficios’, ‘gestión patrimonial alternativa’, ‘regularización de activos’ y eufemismos parecidos que todos sabemos que son mentira y gorda pero a los que resulta problemático contabilizar técnicamente como tales mentiras y gordas. A todo esto, Rajoy debería decir algo. Y Aznar también. Feijóo ha hablado pero poco: imposible hablar menos de lo que lo ha hecho el presidente del PP.

Caso decreto antiapagón

Sonora derrota del Gobierno esta semana en el último pleno del Congreso antes de las vacaciones. El decreto antiapagón planteado por el Ejecutivo no tenía contraindicaciones ideológicas que justificaran un rechazo por razones políticas, pero finalmente fueron las razones políticas las que impidieron que saliera adelante. El propósito del decreto no podía ser más aséptico políticamente: se trataba de impulsar determinadas medidas para que no vuelva a producirse un nuevo apagón eléctrico en todo el país, después del gravísimo incidente del pasado 28 de abril. Según las crónicas más solventes, la normativa “debía suponer un balón de oxígeno para la inversión en renovables en un momento crítico donde los grandes capitales están dudando mucho en apostar por las energías verdes en España”.

Los votos contrarios de Podemos, Junts y el PP no lo fueron porque el decreto fuera malo, sino porque llevaba la firma del Gobierno y los tres partidos querían infligirle un severo castigo: el PP porque está en su ADN acabar con el sanchismo; Junts porque está en el suyo inquietarlo; y Podemos porque piensa que cuanto antes caiga el Gobierno, peor para Sumar y, en teoría, mejor para ellos. Obviamente, ninguno de estos tres partidos adujo ninguna de estas razones para justificar su voto, pero nadie se escandalizó por que no lo hicieran. Y con razón: una de las peculiaridades de la política no es tanto el hecho de que quienes se dedican a ella mientan mucho como como que no pueden dejar de hacerlo aunque lo deseen. En el paquete de la vocación política nunca puede faltar la mentira, como en el paquete de la vocación religiosa nunca puede faltar la fe.