Comienza el mes más feliz del año y ya estamos preparados y listas para salidas, comidas, bebidas y regalos. Con la medida justa que da la extra y pensando que este mes se adelanta el pago y con suerte nos toca alguna pedrea el día 22 para volver a gastar, ponemos los ojos en escaparates y redes que nos ofertan lo inimaginable.
No caben tristezas ni quejíos, cualquier detalle estará dirigido a que la agenda se llene de quedadas, las casas de familiares más o menos allegados y los bolsillos vacíos. Y pobre de quien no se sienta en esa plenitud, caerán rayos y centellas sobre su almanaque. Todo debe estar perfecto para que durante 20 días se olviden los dolores, rencillas o malos rollos obviando que hay gente que no nos gusta, es fea y distorsiona el paisaje o que hay quien las pasa en soledad no deseada o como el Coronel, no tiene ni a quién escribir ni quién le escriba. Pero no vamos a parar en menudencias, hay que continuar el ritmo.
En esta carrera frenética por alcanzar el sumum del brilli brilli, cada año con más anticipación y más leds, las ciudades quieren ocultar sus problemas y suciedad. Se ha llegado a proclamar, como un manto que todo lo puede tapar, a la Navidad en agosto o intentar convencer a los convecinos de que desde Marte nos envidian en nuestra refulgencia. Tal es así que aquella calle o barrio que no goce de guirnaldas luminosas es señalada con tristeza, ya nadie querrá transitar por sus aceras y como bruma pesada de otoño, la oscuridad se pega al suelo y no hay quien pueda con ella teniendo que huir sus habitantes hacia zonas coloreadas.
De nuevo árboles de Navidad, enormes bolas, ángeles, gnomos, papas noeles y miles de enanos (que no bomberos) también pueblan los rincones de Jaén no pudiendo sustraerse al embrujo de la felicidad. Sin embargo en nuestra ciudad, la Navidad no tiene un paisaje único, quedan siempre rincones oscuros, pasajes adormecidos, cajeros abandonados o largas colas al atardecer que no son capaces de impregnarse de Noel.
En esta provincia no es novedad que desde tiempo inmemorial durante diciembre las calles además de guirnaldas, recogen a miles de temporeros, hombres jóvenes en su mayoría, de piel más oscura que los convecinos, que buscan dónde sacar un jornal en sueños de una vida sólo un poco mejor que la que conocen. Muchos de ellos nunca han visto tantas luces juntas y desconocen a qué obedece ese despliegue de amperios. Cuando, como este año, el encendido de luces y el comienzo de la campaña de aceituna coinciden con días de lluvia, ambos paisajes se confunden. Llegan a la capital buscando al buen patrón que les facilite algún tajo donde recoger o varear con o sin papeles, ajustado el sueldo a convenio...o no. Mientras deambulan por las calles, hacen largas colas en los refugios atendidos por voluntariado que dedica sus fiestas a poner unos más que dignos menús para que al menos una vez al día puedan calentar los estómagos. Algunos, más mayores o menos fuertes, tiene más difícil encontrar el jornal del día y tendrán que permanecer conviviendo en nuestras calles con luces y guirnaldas, aún sabiendo que no forman parte de este entorno. Duermen poco y mal en suelos porque no han conseguido un hueco tampoco en el saturado albergue o han pasado sus preceptivos cuatro días, liados en mantas y tapados con cartones que forman un vulgar campamento que los aísle del frío y hambre.
Y claro, esto no pega. Con tanta felicidad ver malos gestos o que te pidan torpemente para comer ese día arruina la fiesta a cualquiera. Públicamente hay grupos que han pedido explicaciones al Ayuntamiento porque “dan mala imagen” o de forma anónima y chapucera poner a rodar en redes torpes vídeos en los que aparece un relato que no corresponde en nada a las imágenes, cortadas, sin fecha y fuera de lugar. Esto alimenta, más que el comedor de San Roque, historias de inseguridad, acosos o miedos para quienes sólo quiere ver luces sin sombras.
En estos días lo real es lo que no existe, los abetos y gnomos en Jaén, los trenes sin tranvía que avanzan por calles sin tráfico, la música y fanfarrias por rincones, lo real irreal es el que aún no tiene tajo, pide para comer y duerme en las calles. Ensucian el paisaje, y eso, eso, no está bien. Debería estar prohibido por ley. Sin más.